martes, 31 de diciembre de 2013

Reseña de la sesión dedicada a CASTELLIO CONTRA CALVINO de Stefan Zweig

            Aun a riesgo de pretencioso, la reunión anduvo muy cercana a la propia de un consejo
de sabios que, curtidos en dialécticas mil, confluyen con el poso -poso- de los años en un remanso intelectual donde enjugar sus ideas. Y reconocerse y aceptarse como un puñado de pulmones alentando un mismo corazón. Sin arritmias, con cadencias de silencios y atención en el turno de palabra. El respeto que reclamaba el libro irradiaba cada intervención, y estimulaba la siguiente, y así hasta el final -que sobrepasó con creces el tiempo estipulado, tal era el nivel de afinidad (y de notas manuscritas, frases o reflexiones, que los asistentes trajeron a la reunión).

            Las primeras consideraciones rondaron por el género literario, un híbrido entre el ensayo y la novela histórica. Imprecisión seguramente estratégica del autor, porque sitúa los hechos narrados en una espiral de ideas para llevar al lector al humanismo que defiende. Argumentos sólidos con el arma de una altísima calidad expresiva, propia de este escritor de primer orden.

            Con tales presupuestos los tertulianos habían advertido enseguida que el autor enjuiciaba -y no lo escondía- desde una especie de juego de contrarios: Castellio-Calvino, Basilea-Ginebra, mosquito-elefante, tolerancia-dictadura… Ello hizo que la sesión basculara continuamente, también en espiral, del período histórico que trata el libro a los momentos actuales, y como eje, la época del autor.

            Las sucesivas intervenciones se identificaron con este libro, de ética, ideológico, que zarandea toda la moral europea con el principio humanista de la tolerancia y apuesta por la alegría intrínseca del hombre para su salvación. La denuncia intelectual y heroica de Castellio (mosquito) contra las actuaciones opresoras y represoras de Calvino (elefante), el pretexto histórico para un alegato contra toda dictadura. Análisis de aquel pasado que, al parecer, el autor, judío, escribió en clave de su época, pensaba en Hitler. No pudo venir más acá, claro; pero sí los asistentes a esta reunión, pensaban en otras dictaduras cercanas a ellos en el tiempo y en el espacio.

            Para los contertulios, la figura de Castellio se erige en símbolo de la dignidad, la fuerza de la conciencia, el valor de la tolerancia, la importancia de la opinión propia, la valentía para defender las propias ideas ante la presión de la organización estatal, del pensamiento grupal y de la demagogia reinante o galopante o rampante. Castellio contra Calvino. Otros intelectuales de entonces, aun disconformes con el ginebrino, no se implicaron. Menos uno de segundo orden, una suerte de protomártir, Miguel Servet, que persiste en sus ideas (cual Quijote según el autor) hasta la hoguera decretada por Calvino.

(Un aparte: no pasaron desapercibidas a los contertulios las intenciones del escritor al acometer la descripción física de los tres personajes, tan concordante con la personalidad de cada cual.)

            Así pues, el combate de la idea (Castellio) contra la fuerza (Calvino). Y el asesinato de Miguel Servet como detonante, que lleva a exclamar a Castellio: “la muerte de un hombre por una idea, es sólo la muerte de un hombre”. La tertulia no pudo menos que establecer paralelismos con el recorrido de ETA.
             
            Desde esta perspectiva se planteaba en la reunión una cuestión matizable: ¿el vencedor? En aquel momento, Calvino sin duda, pues consigue que su doctrina (el puritanismo más exacerbado) irradie todo el aparato del Estado. Otro tanto ocurrió con Hitler (salvedades aparte). Pero a la larga, ¿no parece que Castiello?: la paulatina consolidación de la separación Iglesia-Estado, la cercanía del protestantismo actual a los presupuestos de Castellio, la intolerancia de la mentira propia del puritanismo americano… La esperanza está en Castellio.

            Sin embargo, al calor del libro, también concitaba los ánimos otro asunto: el difícil binomio libertad-autoridad. Es lógico que los valores necesitan un marco y una jerarquía, pero desde el respeto. Escuchar supone respetar. Y seguramente seguimos sin saber escuchar al contrario, y menospreciamos o descalificamos al otro. ¿Dónde el equilibrio? Despejando los extremos. No confundir tolerancia con permisividad, por un lado. Y por otro, no sucumbir a la frase alienable que, en otro ámbito, tuvo que soportar una contertulia: “crucifica tu razón” (Calvino también cabalga en la actualidad a lomos de cierto movimiento de la Iglesia Católica).

            En el análisis de los asistentes, esa fórmula de resignación ante un problema que se antoja insoluble, o que así te lo hacen creer, cierta ingravidez de benevolencia, un clima nubloso de conformismo social, es caldo de cultivo donde surge una mente “lúcida” en la que el pueblo deposita su confianza y su libertad. Sociedad tutelada, infantilizada, irresponsable. Así surge la dictadura. Y su peor cara, el terror (Calvino, Hitler…), que rinde o redime, según cómo se afronte. Castellio optó por lo segundo: el martirio padecido consagraría su liderazgo intelectual.

            Contra una amenaza tan inicua como frecuente, la reunión se suma a la advertencia del escritor: ningún derecho se gana para siempre. El ser humano, en tanto voluble, acostumbra a cambiar según el rol que circunstancialmente desempeña (Calvino cambió radicalmente cuando accedió al poder). Por esto la libertad de pensamiento conseguida puede volverse atrás.

            La solución la aporta el libro en el final de la espiral: “Nostra res agitur”, el asunto, su resolución, es cosa nuestra. A este principio general se acogen los asistentes. Y sobre su base interpretan la intervención docente: practicar los valores, educar para pensar, luchar contra la pereza intelectual y la inercia acrítica que adormece a la sociedad actual. A lo que añaden una propuesta muy concreta: la lectura de este libro en el bachillerato. No cabía mayor nivel de comunión con el texto comentado.

            No es muy proclive este Club de Lectura a la unanimidad y a las adhesiones inquebrantables, pero en esta ocasión…


                                   Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Reseña de la sesión dedicada a EL SUEÑO DEL CELTA de M. Vargas Llosa


            Había expectación, la obra impacta. El silencio cálido que acogió la intervención inicial, todo un síntoma. Casi se palpaba que los asistentes habían acudido a la sesión intuyendo controversias. Buena parte de ellas a lo mejor habían menudeado entre sus conclusiones individuales, íntimas, previas.

            No se hizo esperar. El primer escollo, insoslayable, comparar esta novela (¿novela?, veremos) con otras del autor –se citó expresamente La ciudad y los perros y La fiesta del chivo-. En una aproximación inicial hubo coincidencia: aquí el autor recurría de nuevo a su conocida técnica de cambios espacio-temporales, si bien con un hilo narrativo más lineal en el último tramo. Pero esta obra, alguna anomalía la distanciaba de aquellas otras, tan ponderadas. Cuestión inconclusa, porque enseguida la ola crítica derivó hacia el personaje protagonista y los otros.

            La narración pivota sobre Roger Casement –personaje histórico y legendario, o las dos cosas-, evidente. Pero los relevantes, al parecer, en la peripecia existencial del protagonista semejan una constelación brumosa. Salvo algún personaje individual, más nítido, particularmente el sheriff de la prisión, ¿por sus melancolías y frustraciones?, ¿por conmiseración de la tertulia? Y sin embargo, habría enriquecido el relato la caracterización, por ejemplo, de los indígenas de Perú como personaje colectivo –brillante recurso en La fiesta del chivo-. De semejante figura, el narrador -¿o el autor?- no se preocupa, o no sabe, o no quiere. “No interesa”, respuesta lacónica aun resignada de un asistente, que no obtuvo réplica.

            En realidad, los tertulianos y sus adversativas polemizaban más con el escritor que entre ellos. Pauta crítica predominante a lo largo de la reunión.

            Y vuelta a la estructura narrativa. Sobre ella, aún quedaba una emoción por compartir, o una contrariedad. La citada técnica del flash-back respondía a las tendencias modernas de la expresión literaria. Sin embargo, se destacó su falta de agilidad supuestamente deseada La narración adolecía de pesadez, monotonía y una exacerbada reiteración –incluso se apuntó que sobrarían unas cien páginas-. Todo porque el narrador, no satisfecho con el bisturí del protagonista, recurre al suyo propio para hurgar y hurgar en las tripas del género humano hasta dejarlo exangüe y llegar a la hiel, la hiel de los lectores.

            Efectivamente, la denuncia que la obra acomete no podía menos que conmover las conciencias de los presentes. Por la crudeza en el realismo desplegado sobre el basamento de la documentación consultada, amplia y profusa. El hombre en la sima de su maldad: avaricia, codicia, corrupción política, crueldad en el colonialismo feroz de principios del XX en el entonces Congo Belga y Perú. Colonialismo bajo el manto purificador e hipócrita de civilización. La civilización no era el objetivo, sino el pretexto.

            En semejante asqueo se debatía la tertulia, cuando alguien dio un volantazo y situó el tema de la obra en el nacionalismo, encarnado en los presupuestos ¿ideológicos? del protagonista. Suscitó adhesiones. También discrepancias: el colonialismo -segundo en discordia- y sus miserias habrían arrojado, cual siniestra catapulta, a Casement en brazos del nacionalismo (y también de sus miserias), razón última de la propuesta temática.

            No quedó resuelto. En principio, el problema parecía radicar en el protagonista. Quizás su personalidad atormentada justificara el sentimiento nacionalista que acunaba. Quizás reunió en la misma cocción colonialismo y nacionalismo. Quizás. Un salto en el vacío que terminó en el debe del novelista, debió tirar de oficio para establecer la conexión: de mis colonialismos vengo a mi nacionalismo voy.

            Acaso tal falla fuera producto de un exceso de fidelidad de Vargas Llosa hacia sus diversas fuentes de información. De donde, ¿novela histórica, pues? Los asistentes distaban mucho de coincidir. Se argumentó a favor de esa denominación, pero también de crónica, o crónicas, incluso de ensayo. Con criterios matizados, desde luego, y siempre en la órbita de la narración literaria de alto nivel. Por ahí, un intento de aunar criterios alumbró el concepto de crónica novelada; pero concitó mayor unanimidad, por asentimiento, otra fórmula: novela de personaje.

            El protagonista, su personalidad compleja, los singulares avatares de su existencia, controvertido imán en el ánimo de los asistentes. Para buena parte de ellos, la obra -orientación intelectual y estilo narrativo- sucumbe al dictado de los demoledores informes del cónsul británico Casement, de sus diarios y de su pirueta nacionalista. Por efecto, sin duda, de la fascinación del autor, que traslada al narrador, y este aspira a lo propio con los lectores.

            Un terreno movedizo este del personaje. La sesión no debatía, se debatía en consideraciones, claro que de calado. Aportando opiniones, sugiriendo atenuantes, agravantes o eximentes.

            Así, relacionaba la homosexualidad confesa de Casement con una falta de afectividad –consecuencia y lamento-. Pero, al respecto, también vislumbraba justificaciones injustificables: ¿pederastia? El narrador, a pesar de omnisciente, plantea la veracidad de los diarios de la persona-personaje.

            Quedaba otra sombra más. La pública o legendaria. El sentimiento por su Irlanda de Roger Casement (él, tantos años al servicio de la Corona Británica). De melancolías iniciáticas a nacionalismo irredento. ¿Cómo interpretar? La narración no aporta muchas luces, o no sabe.

            Se barajó la posibilidad de que el progresivo deterioro físico y psíquico (emocional) del personaje abriera el camino de su fanatismo nacionalista. No es desdeñable. Sin embargo… (una tertulia con cuántas de adversativas)

            Sin embargo, demasiados indicios apuntarían a un personaje inmoral, o amoral: el sospechoso desequilibrio entre objetivos y medios. Con desenlace doblemente dramático: unos lo condenan por traidor, otros -los suyos- lo abandonan  a su suerte por traicionarlos con su fanatismo.          

            Al final, la sesión había respondido a las expectativas. El silencio cálido que fue acogiendo las últimas intervenciones, todo un síntoma.
  Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

jueves, 31 de octubre de 2013

Reseña de la sesión dedicada a LA DOS ANCIANAS de Velma Wallis

La sesión se desarrolló en un análisis sencillo, humilde y certero, cual si el  espíritu de la novela hubiera impregnado el alma de la reunión.

Sencillo. ¿Novela?, ¿cuento popular?

            Se utilizó el término “novelita” en la doble acepción afectiva y de dimensión textual. Aunque, para los tertulianos no cabía duda: la obra recurre al armazón de la novela, pero la historia y sus coordenadas narrativas se encuadran en lo que la literatura llama cuento de tradición popular.
           
El primer dato para tal consideración lo aporta el estilo. Sobrio, condensado, de prosa rudimentaria –sin colorido ni emociones expresivas-. Y aunque la autora confiese en los preámbulos carencias en su formación de escritora, el lector avisado justifica enseguida, no es defecto, sino propio del género popular, prima lo esencial.
           
Al respecto, una duda quedó sobre la expresión narrativa: ¿venía motivada por el género o por el paisaje descrito -frío, árido, de soledad-?, ¿o por interacción de ambos?

            Y enseguida surgió la cuestión más relevante: si de todo texto literario que se precie y aprecie como tal cabe adivinar al menos alguna esquina moralizante o consecuencia ética, alguna moraleja, en el cuento popular se convierte en carga de la prueba.

Pues bien, en Las dos ancianas el devenir narrativo responde nítidamente a esa función educadora, que eleva una actitud individual o grupal a universal (entendiendo universal en su sentido más extensivo de espacio y tiempo, claro).

Humilde. La moraleja reverberaba en el corazón mismo de este Club, y por extensión, de la Tribu donde radica. Los efectos de la conjunción sabiduría-supervivencia que alienta a las dos protagonistas, de 75 y 80 años, había cautivado el ánimo de los asistentes. Un cuento popular, traído de lejanas y gélidas tierras, se hacía eco del aroma y afanes de este puñado de ¿sesentañeros, setentañeros?

(Quizás no resulte muy ortodoxo, pero este reseñista no se resiste al apunte: Consultado el Diccionario de la RAE, sólo figuran en él los términos “quinceañero”, “veinteañero” y “treintañero”. Hasta ahí llega. ¿Por qué edad andan estos chicos de la Academia?)

La satisfacción por el acierto del mensaje de la obra sólo aleteaba en el ambiente. Verdaderamente, no hubo intervención de identificación explícita, ni de recepción de argumentos para exaltación de lo propio. Los comentarios iban y venían sin detenerse en aplicaciones personales o grupales. También la sabiduría tiene conexión directa con la humildad.

Así pues, se puso el acento en lo que importaba, las consecuencias extraídas de la lectura: la realización personal sin límites de objetivos ni por edad, así como preservar la propia integración social. Actitud que los asistentes interpretaron como resultado de una advertencia previa: si cedes a la comodidad y esperas a que los demás se ocupen de ti, la respuesta puede ser de marginación e incluso abandono, sobre todo a esas edades.

Certero. Para los tertulianos la clave de la obra se encontraba en la integración social. Por supuesto reconocían que la lucha por la supervivencia encierra un valor en sí misma; pero aquí se convierte en revulsivo que transforma la inactividad-comodidad-abandono de las ancianas en re-integración social de estas. Varias intervenciones incidieron en esta cuestión capital: mantener la actividad es determinante para preservar la integración en el medio social, y no sólo en el familiar -¡ojo!-. Alguien recurrió a una expresión muy gráfica para precisar la fórmula: “En tanto das, no te marginan”.

Ahora bien, cuando las consideraciones pasaban de lo conceptual a la realidad inmediata, el sentido crítico reparaba en ciertas contradicciones: la sociedad actual aparca a los ancianos, ¿realmente por esa comodidad comentada anteriormente?, ¿o acaso los valores de dinamismo ahora los encarna la juventud en exclusiva, y de ahí que la ancianidad se convierta en carga inútil? Una observación devolvía el asunto al marco temático: también buena parte de la juventud presenta resistencia al cambio, querencia a la temible comodidad, con el consiguiente peligro de marginación.

Por lo demás, aunque también otros personajes fueron objeto de análisis, pronto se volvía a la peripecia vital de las dos ancianas, ¿por algún impulso inconfeso de identificarse con ellas, o en ellas?

La sesión finalizó con un sinsabor sencillo: la creciente pérdida de la literatura de transmisión oral y su consiguiente deterioro como portadora de valores morales. Con una reflexión humilde: a pesar del bagaje del que creemos disponer, cuánto desconocemos aún de otros ámbitos de la humanidad. Y con un reconocimiento certero: el cuento popular como catalizador de la necesidad que tiene el hombre de contar historias en todo tiempo y lugar, las cuales no son más, ni menos, que distintas manifestaciones culturales de una misma condición humana.

Nunca una “novelita” había dado para tanto.


                        Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

sábado, 28 de septiembre de 2013

CURSO 2013 - 14
El próximo día 1 de octubre, a las 19.00 horas, tendrá lugar en el Solárium del Centro Cívico Norte la primera reunión del Club de Lectura “Rafael Balsera del Pino”. En esta primera reunión, se presentará a los nuevos miembros del club y se dará a conocer el programa de lecturas de esta temporada. Las dos primeras lecturas serán Las dos ancianas El sueño del celta, que podrán retirarse de la biblioteca del Centro Cívico Norte a partir del día 8 de octubre. He aquí el programa completo para el curso 2013-2014

lunes, 9 de septiembre de 2013

Queridos amigos y amigas del club de lectura:

    Tras el caluroso periodo veraniego, que espero haya sido muy feliz para todos, me pongo en contacto con vosotros para informaros de las novedades relacionadas con nuestro Club de Lectura. Según me comunican los responsables de la Biblioteca Central, los clubes de lectura no pueden comenzar antes del mes de octubre. En consecuencia, la reunión que teníamos programada para el día 10 de septiembre tenemos que atrasarla al día 1 de octubre. Este cambio de calendario ha afectado también a la programación que teníamos prevista y que me he visto obligado a modificar. 

    En archivos adjuntos os envío la nueva programación del presente año y el listado de los miembros del club con los lectores en formato papel (no pueden ser más de 15) y los lectores en formato electrónico. 

    El día 1 de octubre, día de nuestra primera reunión informativa, se podrán retirar de la Biblioteca del Centro Cívico los dos primeros libros: Las dos ancianas (muy breve) y El sueño del celta (más extenso). 

    Así pues, nos vemos el día 1 de octubre en el Centro Cívico. Más adelante os informaré del lugar y hora exacta.
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archivo adjunto:
PROGRAMA DEL CLUB DE LECTURA
“RAFAEL BALSERA DEL PINO”
DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL
“LA TRIBU EDUCA”

CURSO 2013-2014


1. Las dos ancianas, Velma Wallis (144 págs.)                  1 oct. 2013 / 22 oct 2013
2. El sueño del celta de M. Vargas Llosa (464 págs.)         1 oct 2013 / 5 nov 2013
3. Castellio contra Calvino, Stefan Zweig (256 págs.)       5 nov 2013 / 10 dic. 2013
4. El hereje de Miguel Delibes (504 págs.)             10 dic. 2013 / 14 enero 2014
5. El amante bilingüe de Juan Marsé (224 págs.)             14 enero 2014 /  11 feb.2014
6. La llave de cristal de Dashiell Hammett (256 págs.)      11 febrero 2014 / 11 marzo 2014
7. Ensayo sobre la ceguera, José Saramago (424 págs)    11 marzo 2014 / 22 abril 2014
8. Némesis de Philip Roth (224 págs.)                                22 abril 2014 / 20 mayo 2014
9.  Relatos de un neurótico, Ricardo Santofimia (187 p.) 20 mayo 2014 / 17 junio 2014


Observaciones:

-          El día 1 de octubre a las 18.00 horas, tendremos una primera reunión informativa. Como el primero de los libros propuesto (Las dos ancianas) es muy breve y el segundo (El sueño del celt)  requiere más tiempo para su lectura, este día estarán disponibles y podrán retirarse de la Biblioteca del Centro Cívico los dos primeros títulos de la lista.

-          Las fechas que aparecen en primer lugar indican el día en que cada libro estará disponible en la Biblioteca del Centro Cívico Norte.

-          Las fechas señaladas en segundo lugar se refieren al día de la reunión para comentar el libro. Como el año pasado, estas reuniones se celebrarán en el Centro Cívico Norte. A través de correo electrónico, se informará de la hora y lugar exactos.


José Ant. Ruiz Delgado

lunes, 24 de junio de 2013

Reseña de la sesión dedicada a OJOS DE AGUA de Domingo Villar

Tratándose de comentar una novela policiaca, aun a riesgo de caer en el tópico recurrente, la sesión discurrió en formato puzle, como si se mimetizara con la investigación de un crimen.

Las primeras intervenciones ya sonaban a una forma de justificación cercana a la indulgencia: autor joven, de algún modo representante de la nueva novela negra, muy leído y, sobre todo, traducido. El mérito trascendente.

Se añadió que los personajes quedaban en general bien definidos, reconocibles, y además algo así como pertinentes en este género narrativo.

Para llegar al botón de la muestra: la pareja de policías protagonista (uno más que otro, claro; según el canon de contrarios, distintos, enfrentados o complementarios al que la tradición literaria es tan proclive, amén de eficaz). Gallego versus aragonés. Personalidades contrapuestas por elevación genérica, se interpreta que para marcar distancias entre el carácter pausado y analítico del policía “jefe” (gallego) y el extremadamente impulsivo y hasta agresivo del ayudante-chófer (aragonés). Si el autor hubiera nacido en Teruel, por ejemplo, y no en Vigo…

No obstante, resultó que se trataba de una aproximación inicial. Pronto se incorporaron comentarios que apuntaban a la consideración de novela entretenida, sí, de fácil lectura, sí, con dotes de ingenio, sí, pero floja en cuanto a la estructura de la trama. Y aquí una primera derrama de argumentos:

· La base de la investigación se centra en la intuición del policía protagonista, hasta el punto de que los lectores -al menos los de este Club- no resuelven la autoría del crimen mediante el desarrollo de los acontecimientos (como ocurre en la mejor y más consagrada literatura del género), sino a través de las elucubraciones del policía.

· Se adivina pronto quién no es el asesino, a pesar de las pistas  vertidas en el hilo narrativo. ¿Pasión?, ¿venganza?...

Domingo Villar
· Conceptualmente hablando, no se aportan datos suficientes, además de sólidos, para motivar la decisión y consumación del asesinato. No, a tenor de los parámetros psicológicos-sociológicos descritos. La fórmula empleada para fundamentar el desenlace final se antoja una pirueta, un encaje apresurado del puzle, un exceso narrativo.

El fallo de la trama llegó a rubricarse cuando algún contertulio aseguró que salvo las últimas cuarenta páginas el resto se le hicieron tediosas.

A partir de aquí la tertulia pareció titubear, ¿no habría ido demasiado lejos en sus reparos? Y tanteó un cierto reequilibrio.

Nada mejor que volver al análisis de personajes. Primero, para ponderar el uso de la antítesis en el diseño de sus personalidades. Aparte de la ya aludida contraposición en la pareja de policías, los asistentes advirtieron otra quizás más sutil, menos evidente, más genérica, mujeres frente a hombres. Hay que precisar: los personajes femeninos coinciden en un perfil de carácter fuerte, valiente, tenaz (con independencia de la consideración moral que cada cual merezca), frente a la personalidad medrosa de los hombres -salvemos a los policías, claro-, cuyo ejemplo más patente y patético lo muestra el tal Freire muerto de miedo en el barco.

Especial atención mereció el inspector Leo Caldas (en alguna medida, trasunto del autor, según se comentó). Con un atractivo inicial, la fama por su protagonismo en un programa de radio dedicado a recibir denuncias de actos delictivos. Casuística cuando menos sorprendente en la novelística del género. Y acierto-hallazgo del autor en opinión generalizada de los asistentes, en tanto en cuanto proyecta desde tan, digamos, pintoresca actividad el liderazgo social y ético del personaje.

(Por cierto, aviso para el autor, detalle de error: los estudios de radio en ningún caso tienen comunicación directa con el exterior del edificio. Así que nada de ventanales a través de los cuales se contemplen escenas de niños jugando, etc.)

Lo novedoso no es el liderazgo como estereotipo de estos policías de novela, negra, sino el medio. Estereotipo que completa la figura del inspector con otro también propio de esta narrativa: profesionalidad veinticuatro-horas-al-día-trecientos-sesenta-y-cinco-días-al-año, incompatible con pareja estable (si acaso, evocaciones –una mujer llamada Alba- inexplicadas, gratuitas).

En lo tocante a personajes, también el inefable Estévez, ayudante de Caldas, pasó por el tamiz crítico de los tertulianos. En verdad, no demasiado. Sus arrebatos de homofobia apenas merecieron algún comentario de pasada. Seguramente porque las opiniones se concentraron en comparar con otras novelas del género: al contrario que en ellas, este adjunto apenas aporta intervenciones determinantes para el esclarecimiento del asesinato. Además, tampoco se entiende muy bien su relación con Caldas, o mejor, de Caldas con él, esa especie de protección que el inspector ejerce sobre el ayudante. ¿Quizás por el respeto que merece en la profesión la persona de Caldas? ¿Se desprende del carácter del inspector una autosuficiencia latente?

Y la reunión tocaba a su fin sin conclusiones rotundas. Los comentarios, un tanto exhaustos, volvían a la denuncia de temas o aspectos romos o carentes de justificación en la trama. Una trama exangüe. Sin bien, ornada con descripciones de encanto, del paisaje, gastronomía e idiosincrasia gallegos, y con la originalidad del recurso al diccionario en el comienzo de cada capítulo de la novela. Las últimas piezas del puzle.

Al final de la sesión, lógico, todo encaja, pero como en la novela, con premura y sin primor.


                                                           Ricardo Santofimia Muñoz.

lunes, 17 de junio de 2013

Última reunión del año

Queridos amigos y amigas del Club de Lectura:

    Os recuerdo que el próximo martes, 18 de junio, celebraremos nuestra última reunión del año. La realizaremos a las 19:00 horas en el Salón de Actos del Centro Cívico Norte. En esta sesión decidiremos las lecturas del curso 2013-2014. Para facilitar esta decisión os adjunto una propuesta que está realizada teniendo en cuenta los ejemplares que la Biblioteca Municipal pone a disposición de los clubes de lectura.
Saludos,
José Ant. Ruiz

martes, 21 de mayo de 2013

Reseñas de la última sesión del Club de Lectura


Reseña de la sesión dedicada a LA SILLA DEL ÁGUILA de Carlos Fuentes

            Maquinaciones, connivencias, insidias, urdimbres, sobornos, envilecimientos, toda una mezcolanza infecta y repudiable en torno a las más altas instituciones del Estado. Eso sí, con algunas gotitas de contrición, acaso pasajera, y ternura, quizás amarga.

            Pues no, no hablamos de la corrupción política que cada día, cada hora, violenta nuestra realidad inmediata a través de los más variados y variopintos medios de comunicación, no. En principio, nos referimos a esta novela de Carlos Fuentes.

            En principio. A veces, o con frecuencia (según la lectura elegida), la frontera entre realidad y ficción es tan quebradiza, engañosa o permeable... Por tales surcos zigzagueó esta reunión de nuestro club.

            Desde una perspectiva general, cabría interpretar el desarrollo narrativo como una suerte de formidable tuneladora que va horadando el alma de una montaña arcana, la estructura de poder del Estado, desentrañando sus entrañas y desvelando la tenia de anillos mil que allí parasita.

            En consonancia con el funcionamiento de este artefacto poderoso, el ritmo narrativo es lento, árido a trechos, pero implacable, demoledor. Posiblemente debido al género epistolar de la novela (recurso que ha logrado escasas adhesiones entre los asistentes).

            Ello no impide, o quizás favorece, alcanzar el objetivo de la obra: desenmascarar la corrupción imperante en el poder político -en la ficción- de los Estados Unidos de México. Cuya temática consideran los asistentes como muy documentada, no en vano el autor ha sido (falleció en 2012) natural de aquel país.

            La corrupción como método para alcanzar el poder o conservarlo, en un país con un sistema político de democracia formal (adjetivo este –formal- que alcanza en la novela su valor más peyorativo y degradado). Tácticas y usos ad hoc que la obra denuncia minuciosamente como habituales en la alta política, a la vez que apunta a prácticas similares en los niveles inferiores y periféricos.

            Ante tal panorama, esta tertulia no se entretuvo demasiado en valorar la trama, que en algunos pasajes adolecía de ribetes folletinescos, cercanos a contenidos de ciertas telenovelas. Tampoco en la técnica narrativa de situar los acontecimientos en el futuro (año 2020).

            Importaban, sobre todo, los personajes, para quienes la corrupción es la savia de la política. En ellos se centró el foco. La identidad de cada cual, perfilada gradualmente en sus sucesivas cartas. Afanes y miserias puestos de manifiesto, de manera muy particular mediante la técnica de la introspección, bien aprovechada por el autor para esta fórmula epistolar.

            Los personajes fueron desfilando por la tertulia, que los analizaba y zarandeaba al calor de las interpretaciones o comentarios que suscitaban y de los paradigmas que representaban. La impostura, el sexo, el enriquecimiento, la vileza, la crueldad, el cinismo, también la indolencia, también, más algún que otro etcétera, allí tenían su asiento.

Quizás el personaje que más fascinó (entiéndase en el sentido más denotativo del término) a los contertulios fue el de Mª del Rosario. Por lo que conllevaba de arquetipo de mujer dedicada a la política, a esos patrones de política. Por contra, pareció poco perfilado al personaje de Valdivia, ¿quizás para significar su hechura de pelele? Asimismo, dio la impresión de que sobraba algún personaje que otro por su irrelevancia en la acción narrativa.

Y de la mano de los personajes, junto con el clima putrefacto que irradiaban, la reunión iba y venía de la ficción a la realidad, a esta realidad política que conturba la actualidad de nuestro país. La línea divisoria entre una y otra quedaba difuminada, conscientemente rebasada.

A juicio de los asistentes, aquella forma de hacer política, aquellas corrupciones, corruptelas y componendas, encontraban fácilmente su réplica en la realidad circundante. Sobre todo, cuando se establecieron paralelismos, más o menos aproximados, más o menos imposibles, entre personajes de la ficción y personas de la realidad. Por allí pasaron, por ejemplo, Rubalcaba y Cospedal, también Rajoy, también, más algún etcétera de carácter local.

Así pues, como se comentó al comienzo, en principio se trataba de ficción; pero la semejanza con la realidad era tan tentadora…

Para terminar la obra, el autor abandona el género epistolar y recurre a la técnica del monólogo interior. De una criatura inerme cuya presencia en la novela, además de mover a la ternura y la tribulación, acaso como contrapunto a la inmoralidad desplegada, y quizás por todo eso, deja en el aire una duda: ¿nos encontramos ante un final abierto de la ficción?

Y otra duda, o la misma: ¿La realidad, dispone todavía de un final abierto?

                                                           Ricardo Santofimia Muñoz.

lunes, 6 de mayo de 2013

Reseñas de la última sesión del Club de Lectura

Reseña de la sesión dedicada a INDIGNACIÓN de Philip Roth


Partamos de que la obsesión es sentimiento o tendencia de carácter persistente, una fijación tal que perturba la consciencia de la persona. No obstante, como su presencia en las manifestaciones del hombre es mensurable (desde ligeros atisbos hasta niveles clínicos), quizás convenga poner en cuestión el carácter nocivo que se le atribuye por definición.

Valga este preámbulo, quizás excesivo, para justificar y enmarcar este nuevo encuentro del Club de Lectura. Se desarrolló en el filo de la obsesión.

Las intervenciones iban y venían de un asunto a otro de la novela, desde la personalidad del autor hasta el final anunciado, pero siempre con parada en el protagonista, reflexión y tributo. Casi como una obsesión. En el protagonista estaba el mensaje.



Veamos. La sesión comenzó suave. Con primeros acercamientos como de tanteo. Por allí pasó el galardón del “Príncipe de Asturias” de este año al autor, así como la consideración de escritor típicamente americano (del Norte). También el tratamiento acertado de las tradiciones judías, destacando las descripciones, tan gráficas, del oficio de kosher (carnicero judío).


Asimismo, apareció en estos compases iniciales (pongamos primer cuarto de hora) el tratamiento de la sexualidad, otro rasgo de las preferencias temáticas del autor. Pasó entonces de puntillas, la conversación se desviaría pronto hacia la fluidez narrativa lograda con el uso de la primera persona.

Hasta que, tras comentar el acierto del título como leitmotiv de la trama, alguien apuntó a un hijo, qué importa recordar si propio o no, un hijo con perfil semejante en alguna inquietud o aspiración, ¿semejante a quién? No cabía esperar más: se pasó de la Indignación a la obsesión latente, el protagonista. ¡Quién como Marcus! Como si la reunión diera con el cauce, el foco se orientó rápidamente hacia nuestro personaje, se concentró, embelesado y potente.

El primer fogonazo, quizás con algún deje de melancolía, apuntó a su enfrentamiento con el decano, el posicionamiento, interpretado como ideológico, que esgrimió fundamentándolo en Bertrand Russell, la religión y la relación humanidad-memoria como eje. En el afán de destacar el pasaje llegó a precisarse la magia de las páginas 50-51 de la novela (claro, en el formato de su lectura). Casi faltó el aplauso, a Marcus.

Después la emoción continuó por la fatalidad del destino (el fátum griego), las consecuencias trágicas de algo en apariencia trivial: no haber seguido los consejos paternos. Un encadenamiento meramente circunstancial, del tipo causa-consecuencia, provoca el desenlace. Cuyo comienzo sitúa Marcus en la relación de amor-odio con su padre, que le llevaría a huir de él para alcanzar su realización personal y profesional. Aquí, los asistentes a la reunión se plantearon si, en realidad, la novela no describe y relata una personalidad socialmente inadaptada. Un lamento.

Y vuelta al enfrentamiento con el decano, ahora desde otro prisma. ¿Acaso Marcus no tenía objetivos muy claros? –mantener el nivel de estudios brillantes para ser abogado y librarse de ir a la guerra con Corea, donde moriría con toda probabilidad-. Y sin embargo, más allá de la proyección de sus estudios, apuesta por sus convicciones. Planteamiento contradictorio, o no, que queda en el aire, o mejor, en la atmósfera cuasiobsesiva que se respiraba.

Cuando a continuación se abordó la presencia del miedo en la novela, por un momento parecía que los asistentes se tomaban un respiro, como una necesidad de desintoxicación. Porque en la aproximación inicial el miedo semejaba un éter que afectaba a toda la trama narrativa, cual tema transversal. Miedo intelectual o emocional como método para oprimir, comprimir, subyugar a la sociedad. Pero, claro, a la hora de establecer las consecuencias, de pormenorizarlas y, sobre todo, de personalizarlas, el protagonista acaparó las intervenciones de los asistentes. La personalidad de Marcus no daba tregua. El chico, para perseverar en sus afanes, se sentía abocado a transigir, ceder al juego de las simulaciones, pagar por suplantarle en el oficio religioso, ardid que a la postre desencadenaría la tragedia final. Flujo de la obsesión.

Y reflujo, de sospechas: ¿acaso ese tratamiento del temor no responde a una tendencia conservadora del autor? (su misma nota histórica se presta a ambigüedad), ¿sería desmesurado establecer paralelismos con las mareas ideológicas actuales en España y el mundo? El mismo título, aun como contrapunto al análisis, es un referente. Indudablemente, el autor consigue la reflexión de los lectores; por supuesto, de todos los asistentes a esta reunión.

Esa suerte de obsesión por Marcus parecía remitir. Pero de nuevo éste tomó las riendas del tramo final. Se apreció un desequilibrio entre su madurez intelectual (bien probada) y la emocional, a la vez que actitud de héroe, si bien, muy humano en cuanto que la/su tragedia deriva de una concesión-trampa.

Y atención especial a sus cuitas sexuales, ahora sí. Para los asistentes, Marcus se debate entre el atractivo por la chica, que lo atenaza, y el rechazo cuando le cuentan otros comportamientos de ella. En el fondo, él apuesta por la relación, por eso descarta y hasta combate los comentarios que le llegan. Hasta que afronta la propuesta de la madre, chantaje emocional en toda regla (algo así como “tengo intención de divorciarme de tu padre, pero si tú renuncias a la chica, no lo hago”). Marcus accede. Queda en el ánimo de los contertulios si verdaderamente no anidaba en el chico una mentalidad conservadora.

Para que luego digan que la obsesión pertenece al catálogo negativo de la condición humana.


Ricardo Santofimia Muñoz

martes, 19 de marzo de 2013

Reseñas de la última sesión del Club de Lectura

            Reseña de la sesión dedicada a EL ALQUIMISTA IMPACIENTE de Lorenzo Silva

            Parece como si el relativismo, esa corriente de pensamiento que ¿aqueja? la actualidad, se hubiera colado también en nuestra tertulia. A cuento principalmente del género narrativo en que encuadrar la obra en cuestión.
            Los asistentes fluctuaron: quién defendió su pertenencia genuina a la novela negra, quién dudaba sobre tal denominación y se inclinó por un tono más gris, como aplicándole una especie de decapado, incluso se podría contemplar el azuloscurocasinegro que da título a cierta película.
            Posiblemente el problema partiera de la consideración misma de novela negra. La lectura de esta obra se había propuesto desde tal postulado. Pero -suele ocurrir- cuando se empieza a matizar, la perspectiva es susceptible de modificación. El debate, aunque lejos de estridencias, estaba servido.
            Veamos: en tanto que el nudo argumental se centra en la resolución de un asesinato con ribetes sórdidos y la actitud del inspector protagonista es de marcar distancias con los hechos, también con la tanda de sospechosos, cabe etiquetarla como novela negra, al menos en principio.
Pero, en cuanto predomina la lentitud en el desarrollo de la acción y el escenario sociológico adquiere particular relevancia, en detrimento de la trama y de la intriga, el pretendido negro queda, como mucho, en marengo.
El contraste de estas posiciones, vía relativismo, se mantuvo hasta el final, si bien en tono sutil y condescendiente.
Aunque no fue la única discrepancia. Un habitual del Club, por asistente interpuesto, transmitió sus dudas sobre la verosimilitud de las reflexiones del sargento Bevilacqua, que apuntarían a una madurez intelectual y humana impropia de una persona de treinta y seis años. Planteamiento que fue cuestionado, primero con la simple fórmula de dar la vuelta a dicha consideración, como a un calcetín: ¿cómo que a esa edad no se ha alcanzado un alto grado de madurez?, teniendo en cuenta además la preparación académica del personaje (licenciado en Psicología). Y segundo, destacando la importancia de su introspección en el desarrollo narrativo, una personalidad analítica que parte de sí mismo para trascender a lo profesional y al mundo que le rodea. Nuevo brote de relativismo.
Precisamente esa realidad social ha polarizado una parte sustanciosa de los comentarios. Los lectores se han empapado de ella, han percibido su proximidad,  mediante la suma de dos recursos aparentemente antagónicos: el cierto distanciamiento con que la observa el protagonista (lejanía) y la narración en primera persona (cercanía).
Claro, posiblemente ahí se encuentre la clave sobre la generalidad de las opiniones vertidas: la trama criminal adolecía de profundización, en beneficio de la temática sociológica, que impregnaba todo el desarrollo del hilo argumental. La conexión de esta ficción novelística con la rabiosa actualidad se hacía insoslayable, tentadora hasta la claudicación.
La sempiterna capacidad de corrupción del dinero, la dialéctica en torno al uso de la energía nuclear, la prostitución y sus perfiles más humanos y tenebrosos y hasta la pervivencia de ciertos tics machistas, todo ello ha pasado por el tamiz de esta novela, desde el visor irónico del narrador (casi podríamos decir del autor, porque no parece actitud exclusiva del protagonista). Así lo han apreciado los asistentes.
También se agregó un aspecto no menos inquietante: la doble personalidad, doble cara, identidad reversible, de los personajes de esta ficción y, por extensión, del ser humano real. Pues, aunque se focaliza en Trinidad Soler, muy pocos personajes escapan a este criterio. Si acaso, la Guardia Civil en su conjunto (el autor ha recibido el correspondiente reconocimiento de esta institución) y Luis Dávila, el responsable, responsable, de la central nuclear.
Y para el final, el título. ¿Cómo? Sí, para el final. Ya lo apuntó un contertulio: leída la novela, la justificación y explicación del título se encuentra en el lapidario inicial, que describe el proceso de alquimia. Unos materiales se funden con otros, las historias de los personajes se funden entre sí, de cada cual consigo mismo y entre ellos, así como las aristas de la condición humana y del entorno social. El proceso es lento, de ahí la supuesta impaciencia en alcanzar su culminación, tanto de la investigación como de los lectores.
Incluso se añadió otra forma de alquimia: la novela, premiada con el Nadal en el 2000, parece una premonición sobre la reciente y turbulenta coyuntura sociopolítica (2013). El paralelismo con situaciones, actitudes y personas de la vida pública no puede ser más turbador.
Seguramente la fragua alquimista no anda muy alejada del relativismo que ¿aqueja? la actualidad. Descifrarlo, cuestión de paciencia.

Ricardo Santofimia Muñoz.

lunes, 25 de febrero de 2013

Reseñas de la última sesión del Club de Lectura


Reseña de la sesión dedicada a LA FIESTA DEL CHIVO, de Mario Vargas Llosa

            Unanimidad es término complejo, objetivamente (DRAE dixit) expresa ausencia de discrepancias en un grupo de personas sobre un mismo asunto, sentimiento, etc.; pero también con frecuencia, o a veces, se presta a señuelo de enaltecimiento desmedido, medroso o servil, a sospecha.
            La sesión transcurrió bajo el signo de la sincronía, de la aportación de opiniones, reflexiones, argumentos y matices que confluían en el delta del elogio. Desde tres cauces.
            · Unanimidad sobre el contenido.
            El ambiente irrespirable que se desprende de la trama argumental ¾a caballo entre la historia y la ficción¾ es tan verosímil, que hace de esta novela la perfecta radiografía de una dictadura. Todos sus ingredientes y su caldo de cultivo.
            Enseguida, la figura del dictador, o tirano, que supervive manejando con habilidad diabólica el binomio devoción-miedo, en donde toda demagogia tiene su asiento: su servicio y sacrificio por el pueblo exige subordinación incondicional. Así por ejemplo, la humillación de sus colaboradores más directos tiene como único fin poner a prueba la fidelidad. Muestra fehaciente de la vulgaridad mental de la persona o personaje en cuestión.
            Desde semejante cúspide del poder irradia toda forma de maldad, sibilina o soez, de delaciones, connivencias, etc., entre iguales, subordinados, o entre unos y otros, una carrera de obstáculos para encontrar siempre cobijo a la sombra del dictador. Cual si de un entramado burocrático se tratara.
            En un contexto tan duro y cruel, el culto al dictador estaba servido, hasta el punto de celebrar la imposición de su nombre a la capital del país ¾Ciudad Trujillo¾ y consentir su trato obsceno y vejatorio hacia las mujeres.
            El contrapunto a tanta degradación lo pone el personaje de Urania ¾el más humano en toda la expresión del término¾, que huye ante la imposibilidad de enfrentarse. Y poco más, porque ni siquiera entre los conjurados contra el dictador existe un objetivo común: quien por venganza, quien por alcanzar el poder, quien por convicción democrática.
            · Unanimidad sobre la calidad literaria.
            Novela magistral, con una arquitectura narrativa construida de manera espléndida sobre un marco topográfico y sociológico real. A lo que hay que añadir el acierto en la fórmula empleada para atrapar la atención del lector (de estos lectores): una especie de desarrollo cinematográfico de la historia, con cambios bien medidos de escenarios, que multiplican los puntos de vista sobre los acontecimientos narrados a la vez que imprimen a estos un proceso de aceleración.
            Particular atención y dedicación merecieron los personajes. Por su abundancia y exhaustividad, hasta el punto de considerar, a pesar de perfiles tan nítidos, que la resultante sea un personaje colectivo.
            No obstante, la caracterización física, psicológica, patológica y moral-inmoral de ciertos personajes, y sus consecuentes actitudes y comportamientos, necesariamente pasó por el tamiz de los contertulios. Como la personalidad libre aunque traumatizada de Urania, el grupo voluntarioso y heterogéneo de sediciosos con causas dispersas y el alma descarnada del dictador y su cohorte de sicarios multifunción. De estos últimos mereció especial reprobación el personaje de Balaguer: con paciencia extrema aceptó el menosprecio e incluso el insulto, la misma que en coalición con su inteligencia y astucia le llevaría al poder. El personaje más miserable en la consideración de los asistentes. 
            · Unanimidad sobre el mensaje.
            Entiéndase el mensaje recibido, que no necesariamente tiene que coincidir con el pretendido por el autor, claro, aunque puede; y también en sentido genérico, porque hubo más de una conclusión.
            Se habló del valor pragmático del miedo; es decir, de cómo el poder, político o de otro tipo, utiliza el miedo como recurso de control. También de que los personalismos, con culto al jefe incluido, parecen receta frecuente en América Latina para afrontar el gobierno del país, probablemente fruto de una ancestral herencia (in-)cultural (es bien sabido que la salvación de un país pasa por la cultura y la educación).
            Asimismo, fue importante motivo de análisis lo que vino a denominarse complicidad colectiva: la gente, el pueblo en su conjunto, renuncia a la libertad en su concepto más profundo y noble, algo parecido al comentario acomodaticio del tipo “en realidad, no estamos tan mal”. Lo que sitúa al término ‘unanimidad’ bajo sospecha, ya apuntado al principio de esta reseña.
            Pero, bien es verdad que un sentimiento motriz planeó a lo largo de la sesión. Con momentos de intensidad punta o distensión valle, pero siempre continuo, fascinante y hasta turbador a veces. ¿Cómo precisarlo?: una cierta atmósfera de insatisfacción embargaba el ánimo de las intervenciones. Como si en buena parte de las opiniones que se sucedían subyaciera un objetivo implícito, insistir a sí mismo (a sí mismo también) y a los demás sobre las consecuencias nefastas del ejercicio tiránico del poder, dejar bien patente ¾en cabal comunión con el narrador¾ el absoluto rechazo a tan despreciable forma de ejercer el poder sobre el pueblo, y por tanto, disparar y volver a disparar libertad contra la opresión. Cada intervención, consciente o inconscientemente, atizaba las tripas de la dignidad del ser humano y de las convicciones democráticas. El grupo de esta sesión aunado en personaje colectivo dando la réplica al representado en la novela.
                                                                 Fdo.:  Ricardo Santofimia Muñoz

lunes, 4 de febrero de 2013

Próxima reunión del Club de Lectura


Queridos compañeros/as:
Mario Vargas Llosa
    Os recuerdo que la próxima reunión del Club de Lectura será el día 12 de febrero a las 18.00 h. en el Centro Cívico Norte. Aunque creo que todos sabemos que el libro que estamos leyendo es La fista del chivo de Mario Vargas Llosa, me permito recordarlo por si alguien está confundido. Os mando de nuevo, en un archivo adjunto, la programación de las lecturas previstas para este año. La próxima novela será El alquimista impaciente de Lorenzo Silva. Este libro podréis recogerlo el día 12 en la Biblioteca del Centro Cívico, al mismo tiempo que devolvéis el actual de Vargas Llosa.
    Un abrazo.
    José Ant. Ruiz

martes, 22 de enero de 2013

Reseñas de la última sesión del Club de Lectura


Reseña de la sesión dedicada a RIÑA DE GATOS, de Eduardo Mendoza

            Desde luego, la reunión no resultó trasunto del título. Ni conato de riña entre los asistentes, ni estos eran gatos (al menos, ninguno dijo que fuera de Madrid). Apenas hubo debate, entendiendo por tal el contraste de criterios divergentes sobre un mismo tema o aspecto. Lo que, sin embargo, no incurrió en merma del interés generalizado por las sucesivas opiniones y argumentaciones que se fueron vertiendo.
RIÑA DE GATOS, de Eduardo Mendoza
            A grandes rasgos se reconoció o aceptó, de manera tácita o expresa: primero, que la novela difícilmente se ajusta a la publicitada calidad narrativa de los Premios Planeta. Segundo, que, no obstante, responde a los reconocidos valores literarios de la trayectoria novelística del autor, de prosa ágil, de lectura fácil y salpimentada con un tono irónico característico. Y tercero, que reproduce con destreza y de manera fidedigna el ambiente madrileño previo a la comúnmente llamada guerra civil, tanto en la vertiente costumbrista como en el clima sociopolítico del momento. Esto último casi convierte a Madrid en protagonista del argumento narrativo, cuya tramoya hace de la capital un escenario reconocible.
            No obstante, el grueso de las intervenciones se asemeja más a una especie de vivisección de la novela. Buena muestra de ello, la abundancia de comentarios parcelados, específicos sobre momentos del proceso narrativo o peculiaridades de los personajes o tendencias expresivas del autor. Seguramente porque el hilo de la intriga fluctúa en un híbrido histórico-policíaco no resuelto, como con bandazos que desorientan las expectativas del lector (de los lectores asistentes).
            En dicha confusión incide particularmente un exceso de erudición. A cada paso o por tramos narrativos se nos fustiga con la vida y milagros, o miserias, de Velázquez. Acopio de datos sobre técnica pictórica y peripecias socioprofesionales del pintor que, a la postre, aportan poco al seguimiento del proceso narrativo, y mucho al prurito culturalista del autor-narrador. Quizás puedan salvarse de esta apreciación las referencias puntuales al cuadro de Acteón, por su ensamblaje con la trama a modo de parábola. Aunque el lector sólo las descifra cuando, concluida la lectura, pasa al análisis. De modo que, la brillante paleta del pintor deviene en rémora para la avispada pluma del escritor.
            Tampoco ayuda a mejor consideración la inclusión de algunas escenas con tendencia al vodevil.
            Mayor atractivo significó el planteamiento de los personajes. Desde el protagonista hasta los más secundarios. Y todos atrapados en una espiral (cada uno en la suya) de difícil escapatoria.
            Personajes de ficción, claro; pero cercanos y entrañables (unos más que otros, desde luego). Empezando por el protagonista que, aun actuando como personaje-testigo, se integra en la realidad que bulle a su alrededor, y lo fascina y le aviva sentimientos, emociones y contradicciones. La misma condición humana que se aprecia en todos los demás.
        En este sentido, poco extrañan los apuntes acerca de la personalidad de Franco, Queipo de Llano, Mola, Azaña o Alcalá Zamora, tratados con óptica desmitificadora.
        Tratamiento similar recibe el personaje de José Antonio; aunque, por su mayor relevancia en la narración, parece ajustarse más a la verdad histórica en cuanto a sus presupuestos ideológicos. Las circunstancias de su vida privada se consideran aquí en clave de ficción, y por tanto, susceptibles de interpretación con respecto a su verdadero comportamiento.
            Las mujeres de la novela merecieron atención específica. Para constatar determinados valores sociológicos (reprobables, sin duda) propios de la época. También para evidenciar algunas incoherencias de conducta, más por condicionamientos ajenos que por convencimiento propio.
            Mosaico de personajes que, sumado al clima reproducido de aquel momento histórico, apunta a un desgraciado paralelismo sociopolítico con la situación por la que atraviesa el país en la actualidad.
            Por último, el final de carpetazo (frecuente, por otra parte, en la obra de este autor) nos deja la duda sobre el dinero que se pretendía con la venta del cuadro del sótano: ¿era para financiar a sus propietarios la huida de España o a José Antonio la compra de armas? Habrá que preguntar al sargento Bevilacqua y a la guardia Chamorro, nuestra próxima parada en el Club de Lectura.

            Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.